Miercoles
18 de Junio de 2025
17 de junio de 2025
Una biografía de Dana A. Williams destaca el tiempo de las “legendarias ediciones” de la notable escritora estadounidense premio Nobel de Literatura, cuando trabajó en la compañía Random House
Antes de llegar a Random House, Morrison inició su carrera en la editorial de libros de texto L.W. Singer en Syracuse, poco después de que esta fuera adquirida por la compañía multinacional. En ese momento, Morrison era madre soltera de dos hijos y residía en Ohio. La decisión de mudarse a Nueva York para asumir un puesto en la editorial supuso un desafío personal y profesional, pero la perspectiva de trabajar con libros resultó irresistible para ella. “La idea de regresar al norte del estado de Nueva York con dos hijos pequeños y sin familia que la ayudara era abrumadora”, escribe Williams en la biografía.
El libro de Williams también aborda los desafíos y tensiones que surgieron en el proceso editorial, como el caso de la publicación de From Memphis & Peking de Barbara Chase-Riboud, que atravesó un camino complicado antes de ver la luz. A pesar de estos episodios, los ejemplos de la habilidad, la amabilidad y la determinación de Morrison superan ampliamente los momentos de conflicto.
La investigación de Williams revela que la pasión por la edición iba más allá de la simple corrección de textos. Toni Morrison se involucraba profundamente en el proceso creativo de sus autores, defendía sus intereses y los impulsaba a alcanzar su máximo potencial. Su trabajo permitió que numerosas voces negras encontraran un espacio en la literatura estadounidense, contribuyendo a diversificar el panorama editorial del siglo XX.
El libro también explora cómo la figura de Morrison ha sido objeto de una intensa iconografía desde su fallecimiento en 2019. Su imagen aparece en objetos de todo tipo, desde adornos navideños hasta remeras, y sus palabras se citan fuera de contexto como inspiración. Frente a esta tendencia, Williams opta por retratar a Morrison como una persona real, dedicada y trabajadora, en lugar de una figura venerada o inalcanzable. “No era un objeto de veneración”, concluye la autora, “y eso la hace aún más valiosa”.