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9 de agosto de 2025

Caballos Salvajes cumple 30 años: la película que hizo galopar a la Patagonia y al cine argentino

Hace tres décadas, la Patagonia argentina se transformó en escenario de un rodaje que dejó huella en la historia del cine nacional. Caballos Salvajes, dirigida por Marcelo Piñeyro y estrenada en 1995, combinó la mística del western con una road movie cargada de rebeldía, amistad y justicia.

La trama sigue a José (Héctor Alterio), un viejo anarquista que busca recuperar lo que le robaron para salvar a sus caballos, símbolo de libertad. Lo acompaña Pedro Mendoza (Leonardo Sbaraglia), un joven ejecutivo que inicia un viaje de transformación. A ellos se suma Ana (Cecilia Dopazo), en un relato que transita entre la huida, la solidaridad y la resistencia.

El rodaje atravesó Rawson, Trelew, Puerto Madryn, Gaiman, Dique Ameghino, Esquel y Trevelin. Escenarios que aportaron autenticidad a cada escena, convirtiendo la geografía patagónica en un personaje más. Entre los elementos más recordados figura la camioneta IKA de la Policía del Chubut, hoy parte del Museo Histórico Policial, con una historia propia que involucra operativos antidroga y un accidentado desfile institucional.

Otro ícono del film fue el colectivo “28 de Julio”, que aparece en varias escenas y que, junto a la música de En el país de la libertad de León Gieco, marca uno de los momentos más emotivos del relato.

Pero si hay una imagen que quedó grabada en la memoria colectiva es el grito de Alterio en la playa de Cerro Avanzado, cerca de Puerto Madryn: “La puta, ¡qué vale la pena estar vivo!”. Una frase improvisada que se volvió símbolo de esperanza y resistencia, repetida por el actor incluso en las calles de Madrid.

La banda sonora reforzó la conexión emocional del público. Andrés Calamaro compuso Algún lugar encontraré, canción que acompañó el tránsito de los protagonistas desde el encierro urbano hacia la inmensidad del sur. Como un guiño del destino, el músico volverá a Chubut en noviembre para presentarse en Trelew y Comodoro Rivadavia.

“Era un rodaje familiar, con una química única”, recordó Alterio. Sbaraglia, por su parte, confesó que aún se emociona al pensar en la experiencia y en el aprendizaje junto al veterano actor.

Más allá de su éxito en taquilla, Caballos Salvajes fue una declaración de principios: la defensa de la libertad, la solidaridad y la capacidad de desafiar un sistema injusto. Con sus paisajes abiertos y su trama profundamente humana, inspiró a generaciones y despertó el interés turístico por la Patagonia.

A 30 años de su estreno, la película sigue galopando en la memoria del público. La camioneta IKA, el colectivo “28 de Julio”, la canción de Calamaro y el grito inmortal de Alterio conforman un legado que trasciende el cine para convertirse en parte del patrimonio cultural argentino.

Treinta años después, el mensaje sigue vigente: en tiempos de incertidumbre, aún vale la pena buscar —y encontrar— algún lugar para ser libres.

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